sábado, 21 de mayo de 2011

Pero el mundo puede cambiar en cuestión de segundos.


Yo soy esa película en la que muere el héroe, el pintalabios descolocado después de un beso, la música rock a todo volumen mientras bailas enfrente de un espejo. Soy momentos de lujuria y abrazos al frío con la esperanza de entrar en calor, soy un beso en el cuello, unos tacones de 12 cm, unos pitillos rotos y un cigarro a medio acabar a medianoche.
Él es una película de James Bond, la corbata mal anudada sobre una camisa azula rayas, una canción indie al despertar. Es días que se hacen segundos y largas noches de pasión, es comernos a besos en el balcón, un Ferrari, una americana a medio atar y una copa de whiskey en la mano.
Y por eso yo creía, por ser tan distintos, tan poco usuales, tan alternativos, lo nuestro no iba a acabar nunca.

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