lunes, 10 de junio de 2013

Un mundo de grises.

—Deja de decir tonterías, no me gusta nada lo que estás diciendo.
—Ya... a mí tampoco. Pero estoy llegando a un límite. Estoy a punto de desbordar y, si antes lloraba, ya ni eso. Imagina cuántas cosas se me están acumulando en el precipicio de los párpados. Cuántas ganas de escapar se me están asfixiando en las piernas. Y, al final, supongo, todo se reduce a que he comprado mil flores y he escrito cien mil poemas de amor, pero nunca me he decidido a mandar ni las flores ni a recitar los poemas. Ha sido mi muerte. Mi muerte. Y, de llegar a saberlo, joder... pero es demasiado tarde, y es una pena que nadie vaya a venir a rescatarme. No, ya no, ya estoy muy lejos. Demasiado lejos.
—Yo. Yo iré a rescatarte. Y no me importa lo lejos que estés, ¿me estás escuchando?, ¡no importa lo lejos que estés!
—Ojalá.
—¡Déjate de ojalás! Esto es un hecho. Iré a buscarte, lejos, donde sea, y no me importa si me pierdo allí contigo. No me importa. Escucharemos a los monstruos juntos.
—¿Sabes? A veces sonrío cuando nadie mira. Y es la única forma que tengo de comprobar que, por muy lejos que esté, aún, hay una parte dentro de mí que desea volver. Creo que aún puedo dar media vuelta. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.