jueves, 17 de marzo de 2011

Treinta y seis.

Caminante no hay camino, se hace camino al andar.
Echo de menos el echar de menos, es decir, ya no anhelo. Echo de menos el echar de menos que me entusiasmen las sopresas, pero es que a mi ya nada me sorprende. Echo de menos el echar de menos que la poesía me alegre los días, pero es que ya no encuentro sentido a ningún tipo de verso. Echo de menos echar de menos los abrazos, o los besos pero es que a mi ahora me gustan las palabras.
Siempre fui un poco rara, lo admito. Pero es que a mi ahora me entusiasma ver como se consumen las velas, el sonido de las pisadas en un día de lluvia, o el sonido de las teclas cuando escribo algo con mucho énfasis.
No sé que soy, ni a donde voy, ni tan si quiera de donde vengo. Mis principios cambian y mis valores dan vueltas sin encontrar un punto fijo.
Controlo mi vida con la mente.
Me he vuelto loca, de verdad, ya no sueño; ahora pienso dormida.






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